El ejército que cambió el mundo
La legión (del latín legio, derivado de legere, recoger, juntar, seleccionar) era la unidad militar de infantería básica de la Antigua Roma. Consistía en un cuerpo de infantería pesada de unos 4 200 hombres, según el historiador antiguo Polibio, que más tarde alcanzaría entre los 5 200 y 6 000 soldados de infantería y 300 jinetes para completar un total de entre 6 000 y 6 300 efectivos, según nos cuenta Tito Livio.
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Las legiones tenían asignado un nombre y un número; se identificaron cerca de 50, pero nunca llegaron a existir tantas en un mismo momento de la historia de Roma. Usualmente había 28 legiones con sus auxiliares, y se reclutaban más según las necesidades y la situación en cada momento.
Es considerada la más efectiva unidad militar y ha pasado a la historia por ser la máquina que impulsó a Roma a conquistar gran parte del mundo conocido en aquel tiempo. Las primeras legiones estaban compuestas exclusivamente por nobles, los únicos capaces de pagarse las armas y el sustento durante la batalla, y los más motivados a defender la ciudad. No fue sino hasta el año 390 a.C., cuando tribus galas invadieron la península itálica y barrieron todo lo que encontraron, que los romanos tomaron nota y las legiones se constituyeron en un ejército permanente. Ya no se trataba de una milicia ciudadana reclutada entre agricultores y artesanos para campañas específicas, sino de un ente profesional formado por huestes que firmaban contratos de 25 años (aunque pocos lograban ver el final de dicho periodo), y que vivían por y para la vida militar. En el año 105 a.C., el Cónsul Mario llevó a cabo una reforma en la que profesionalizó aún más las legiones, permitiendo la entrada en el ejército de los proletarii, los más pobres, que ahora encontraban una forma de vida, y de muerte, más digna. Aún así, los nobles seguían acaparando el cuerpo de oficiales, eran mejor tratados, mejor pagados y con más posibilidades de tener una vida más allá de los 40. |